Sería muy bueno recibir comentarios, ideas, quizás, ¿por qué no? algún chimentito de mis amigos, mis keridos, mis amores.
Les cuento que aquí esta mi hijo con quien puedo hablar, con las restricciones que impone la relación “madre-hijo”, pero con la confianza y la tranquilidad de saber que “entiende” de que hablo. También puedo ver a mis nietos, charlar, jugar y disfrutar con ellos los momentos compartidos, verlos crecer. Eso me hace muy feliz.
Encontré personas muy valiosas, una nueva amiga (argentina) que me alienta y me ayuda a recordar que todo lleva tiempo, sobre todo en la cuestión de acreditaciones.
Mi vecina americana pese a ciertas limitaciones idiomáticas (que nos hacen reír bastante) me alienta, me acompaña, me ayuda con las cosas pesadas y teme, lo mismo que yo, nuestro debut con la estación de los huracanes…
Desde ese punto de vista soy afortunada.
La gente es educada, el barrio donde vivo es muy pacífico y seguro, puedo salir y volver sin peligro, hacer previsiones, estoy tranquila.
Pero… ¿Debo ocultar que extraño?
Extraño muchas cosas, las charlas, los códigos, los colectivos! Los ruidos de mi ciudad.
El café! Con gusto a café, los cafecitos de Buenos Aires, que tienen “ese que se yo” tan porteño, tan nuestro.
Extraño el grito de la ciudad ante un gol de Argentina, extraño la quietud en la hora del partido, las sonrisas del después, los comentarios en el kiosco o en el taxi.
Extraño mi patria, extraño mi barrio, extraño (muchísimo!) a mi hija, a mis amigos, a mis afectos.
Y no es que no supiera que esto iba a pasar, lo sabia y estaba, como aún estoy, dispuesta a pagar el precio.
Pero extraño, LOS EXTRAÑO MUCHO! Please, espero comentarios!
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